Damon Lindelof (1973, Nueva Jersey) está hasta el gorro. No lo dice, pero se le
nota. Estamos en Roma, la ciudad luce más caótica que de costumbre por culpa del
G-8 y tratar de llegar a cualquier sitio en algo que lleve ruedas es una
pesadilla. Además, Lindelof lleva concediendo entrevistas desde primera hora de
la mañana para periodistas llegados de media Europa y el cóctel empieza a ser
indigesto.
Este hombrecito, de barba cuidada y gafas caras, que viste de negro impecable
(con la excepción de unos calcetines a rayas azules y amarillas que le
distinguen a la legua de un ejecutivo normal y corriente), es una de las mentes
más brillantes que ha generado la televisión en décadas: cocreador, guionista y
productor ejecutivo de Perdidos, productor de la nueva entrega de Star
Trek, ganador de dos premios Emmy y guionista de cómics, entre muchas otras
cosas.
Por suerte ésta es su última entrevista del día y el final de su compromiso
con el festival de televisión de Roma, el Roma Fiction Fest, que ha querido
entregarles a él y a sus cómplices, Jack Bender y Carlton Cuse, un premio por su
aportación al mundillo de la caja tonta.
El genio habla despacio, pero prescinde del mal humor y/o los monosílabos: al
fin y al cabo, se está hablando de la criatura que le ha llevado a los altares y
le ha convertido en un icono de la cultura popular. Y Lindelof, que de tonto no
tiene ni un pelo, lo sabe perfectamente.
EP3. Se ha hablado mucho de la influencia de Perdidos en cine y
televisión, pero ¿cuáles son las influencias que ayudaron a arrancar la serie?
Damon Lindelof. Bueno, yo puedo hablarte de mis influencias, que van
desde la mitología antigua a los cómics, la obra de CS Lewis, Rod Serling y
En los limites de la realidad, pero lo cierto es que Carlton [Cuse,
productor ejecutivo] y yo venimos de mundos diferentes y esa interacción más
todo lo que hemos estado viendo a lo largo de estos cinco años ?los libros que
hemos leído, las series que nos han gustado, etcétera? han servido para
construir la columna vertebral de Perdidos.
EP3. Después de cinco temporadas, ¿ha descubierto por fin el secreto
de la serie, por qué ha conseguido enganchar a tanta gente en todo el mundo?
D. L. Lo cierto es que no. Es muy duro para nosotros entender el
fenómeno. J. J. [Abrams, guionista y cocreador de la serie]. Carlton y yo
empezamos intentando hacer algo que nos encantaría ver, algo que nos haría
disfrutar como espectadores. Ésa fue la base de todo y estamos muy orgullosos de
haberlo conseguido, pero si me preguntas por qué esta serie ha funcionado y
otras no, me sería difícil dar con una buena respuesta sin pasarme una hora
hablando.
EP3. ¿Cree que hay alguna nueva serie que pueda sustituir a la suya en
perspectiva? Porque desde fuera parece que las grandes cadenas estadounidenses
se inclinan por productos más baratos, más accesibles y menos complejos que
Perdidos.
D. L. En Estados Unidos hay un par de series a punto de estreno como
Day one, Flash forward o el remake de V cuya base es
bastante parecida a la que pueda tener Perdidos: repartos internacionales
con elencos muy amplios y premisas más complejas que de costumbre. Creo que
alguno de esos shows conseguirá crear su propia mitología y el hecho de
que existan demuestran que hay apetito ahí fuera por otra clase de producto.
EP3. ¿Entonces, la respuesta es sí?
D. L. La pregunta no debería ser cuál va ser el próximo Perdidos
sino cuál va a ser la próxima serie que juegue el rol que nosotros jugamos y que
sea capaz de cambiar las reglas del juego de nuevo, de la misma manera que
Los Soprano cambió esas reglas, o The Shield, sin ser una serie de
gran presupuesto, cambió las reglas, la escritura o el look de las series
policiacas. Estas cosas pasan por multitud de factores y, sí, estoy convencido
de que habrá otra serie con la capacidad suficiente como para renovar el sector.
EP3.
Perdidos es probablemente la serie más cinematográfica de la historia
de la televisión.
D. L. Es una serie con un equipo de más de cien personas, con un
reparto gigantesco y que se rueda en Hawai en 35 milímetros-Panavision: por
supuesto que es cinematográfica. De todas formas, eso deberías agradecérselo a
ABC y a Disney, que han apostado por ella estos cinco años. Uno de los mayores
problemas de llevar adelante series como Perdidos es su coste económico:
es uno de los programas más caros jamás producidos en la historia de la
televisión. Y en la situación actual es muy difícil invertir esta cantidad de
dinero en una sola serie. Es algo de lo que hablamos constantemente: somos
herreros de la era de Internet y estamos haciendo una serie que era impensable
hace sólo unos años atrás.
EP3. Hablando de Internet, ¿qué sería Perdidos sin la Red a sus
espaldas?
D. L. Es una cuestión muy difícil de contestar, pero es obvio que
Perdidos no sería el fenómeno que es sin esa increíble base de fans.
Me explico: hace 20 años, si eras un fan de Star Trek y querías
hablar de ello, no tenías más remedio que irte a una convención de fans
de Star Trek o coger el teléfono y llamar a alguien. En cambio, con
Internet, tan pronto como acabas de ver un episodio, puedes meterte en cualquier
foro y ver lo que la gente piensa y dice, y hablar de ello si te apetece.
Obviamente, sin Internet toda esta inmensa comunidad de fans de
Perdidos no existiría. Ahora bien, la influencia de la Red en la propia
serie es imposible de medir. Simplemente, porque cuando empezamos a rodar una
temporada ya tenemos siete u ocho capítulos escritos y nos gusta pensar que
nuestra división creativa, la que se ocupa de los guiones de la serie, no recibe
influencia alguna de Internet. De hecho, a los fans no les gusta nada que
les hagamos caso porque quieren que la serie funcione sin interferencias, así
que cuando hemos interactuado con ellos siempre hemos recibido la misma
respuesta: ?Ni os atreváis a hacer cambios basados en nuestra opinión, porque lo
que queremos es ver vuestra serie?. Dicho de otra manera: nunca hemos hecho nada
que no quisiéramos hacer sólo porque alguien en Internet dijera que debíamos
hacerlo.
EP3. ¿Cómo acaba Perdidos?
D. L. [Risas] No te impacientes, ya falta menos.